domingo, 5 de febrero de 2012

Ochenta y largos...

Que la vida era dura… eso ya lo sabían.

Que los cuentos e historias a las que estaban acostumbrados eran mentira… no tanto.

Que el mundo se hizo en unos pocos días, y que su interminable pasión, la del uno por el otro, la del otro por los dos, apenas estaba comenzando.

Que por experiencia que tuvieran, nunca sabrían lo suficiente sobre el amor, y que por millones de días que pasaran juntos no significaba que llegara a ser eterno… eso, tampoco lo sabían.
Sabían las estrellas que brillaban a lo lejos…tiempo tuvieron de contarlas.
Conocían el maravilloso arte de observar, observarse mutuamente, sin permitirse ni tan solo un segundo para parpadear.

Pobre de ellos… solo se sabían amar.

No sabían hasta cuando, solo que sí duraría.
No sabían nada de caminos y carreteras, solo que las recorrían juntos.
No podían apreciar el cantar de un jilguero, o el aroma de una margarita, solo que los oían y olían agarrados de la mano.
No creían en un para siempre, no creían que realmente un amor pudiera vivir hasta la muerte.

Y sin saber como es que hablan allá… quizá por Holanda… ellos solo callaban mientras se miraban, solo disfrutaban del momento, sin preocuparse por lo vivido.

Pero ahora ya no hablan, ya no pasean, los jilgueros ya enmudecieron y las margaritas quedaron marchitas.
Sin pensar que comenzaron a amar de verdad, el tiempo se les agotó, se les pasaron los años sin percatarse de ello.

Que los ochenta y largos se les echaron encima… eso lo vieron después.
Que las lagrimas rotas de la envejecida muchacha recorren su rostro cada mañana…eso él ya lo veía.
Que desde lo mas alto del cielo su amado eterno la observaba… eso ella nunca lo sabría.

Que su historia de amor fue lo mas parecido a una de príncipes y princesas…eso el mundo jamás lo comprendería.

No hay comentarios:

Publicar un comentario